La primera vez que vi a dos mujeres besándose fue viendo El Cisne Negro de Darren Aronosfky. Afuera caía la tarde-noche, y mi hermana mayor, mi mamá y yo estábamos frente al televisor de la sala en el apartamento donde crecí. No recuerdo cuántos años tenía, recuerdo que eran suficientes para sentir cosas ante la imagen de Natalie Portman yendo hacia abajo a través del cuerpo de Mila Kunis, pero no los suficientes para saber que era algo malo.
Mi mamá le dio pausa y me mandó al cuarto. Creo que me fui sin rechistar mucho. Al final, ni siquiera estaba entendiendo lo que estaba pasando en esa película (and let’s be honest, hoy con 23 años y habiendo estudiado cine por 5 años tampoco es como que lo hago mucho…); no obstante, sí recuerdo haber sentido un poco de… fomo.
“Maddy knew who she was from a very early age…”
El día del orgullo gay se celebra internacionalmente el 28 de junio. A fecha de escribir esto, sería el cincuenta y seisavo día del orgullo LGBTQ que estaríamos celebrando.
A fecha de escribir esto, existen 195 países reconocidos en el mundo. En 64 de esos países todavía es ilegal ser gay. Los castigos legislativos por ser encontrado cometiendo un acto homosexual varían entre la pena de muerte, el aprisionamiento, las multas, los azotes y la flagelación.
Ahora, objetivamente estamos muchísimo mejor que hace 56 años… ¿qué tanto?
1.1 como le dicen al sexo lésbico, “el pre”
Como las frutas siempre han formado parte de la pirámide alimenticia para la consolidación de una nutrición balanceada, los maricos siempre han formado parte de la sociedad para una cultura más diversa. El comportamiento homosexual se ha visto en más de 1,500 especies de animales.
No empezó aquí, pero este fue el pre. Es 1969 en Nueva York, Est@d0s Unid*s tenía rolo de peo formado con Vietnam, los hippies eran los influencers de la década, los afroamericanos apenas tenían conceptos de planes sobre acabar con la segregación y las mujeres se yasificaban, dándose cuenta de que a pesar de que se le metían por los ojos la propaganda cincuentosa de trad-wife, el estado por excelencia no estaba ni jamás estaría de su lado.
1.2 “mire mijo, usted como que se escapó de Valencia”
No es misterio para nadie que en las colonias precolombinas las identidades de género y expresiones sexuales eran un Detodito, hasta que nos colonizaron y famosamente los europeos impusieron sus ideologías cristianas perdedoras como un método de represión.
Durante la dictadura de Gomecista era vívida la ideología masculina del venezolano y la represión contra los homosexuales y hombres “afeminados”, que fueron tildados de “complacientes” (prácticamente la versión de la palabra twink del siglo XX). Gómez solía apresar a estos hombres en la Colonia Correccional de la Isla del Burro, en el Lago de Valencia.
¿Ahora entienden por qué los viejos tienen ese chiste malísimo de que los maricos son de Valencia?
Le pregunté a Rosario (aliada de los maricos, 66) si sabía el contexto de por qué solían decir esto:
“...¿Porque en Valencia hay muchos gays?”
“Ajá, pero, ¿cuál es el contexto? ¿Por qué empezaron a decir eso en primer lugar?”
“... ¿Porque los valencianos son bellos?”
Le expliqué la verdadera razón. Su respuesta fue:
“Naguevoná.”
En 1923, el hermano de Juan Vicente Gómez y el vicepresidente de la República, Juan Cristónomo Gómez, fue asesinado tras ser apuñalado 27 veces.
Este se considera el primer crimen de odio en la historia de Venezuela.
En 1960, la actriz de RCT Karla Luzbel fue la primera figura pública en realizarse una cirugía de reafirmación de género. A finales de esta década inició una subcultura gay en el este de Caracas. Y después, con el boom petrolero de los 70, el intercambio con maricas extranjeras impulsó los movimientos del colectivo, hasta la consolidación del primer bar LGBT del país llamado Annex, ubicado en Sabana Grande.
Todos estos hechos históricos se alinearon para que ahora las dolls hagan death drops en Casino Caracas y los maricos se besen en fiestas temáticas de Charli XCX en salones sin ventanas en Chacao.
Y las lesbianas, bueno… Tenemos a Neisser.
1.3 el marico vs. el gay
Nunca he ido a un pride. Cuando estaba un pelo más chama, era mi una de mis metas más grandes en la vida. Como toda chronically online child, crecí hipnotizada con la comunidad queer gringa. Carecía de cualquier contexto de algún intento de comunidad local, y tampoco era como que me importaba mucho averiguarlo. Yo sabía en el fondo que pertenecía a la comunidad de lesbianas problemáticas en Los Angeles que se meten entre todas, y que solo era cuestión de tiempo antes de que me mudara a San Francisco y viviera mi vida marica de ensueño.
Escribo este párrafo al mismo tiempo que hay un bajón de luz, aún en el apartamento de mis padres, en Caracas.
Aparte de mí, en mi familia solo hay dos gays más. Uno es mi primo y el otro era mi tío por parte de papá.
Mi primo no se habla con sus otros dos hermanos debido a su sexualidad. Hace los dulces más deliciosos que he probado, recuerdo que le gustaba escuchar canciones de Gloria Trevi en su Blackberry, y siempre ha tenido la reputación en mi familia de ser una “loca”. Que cuando se enamora se vuelve loco y se pierde. Que ha sido botado de varios lugares porque lleva a sus parejas a donde vive y es inaceptable. Que es un hombre de 50 años que le encanta buscar hombres más jóvenes que solo le quitan los riales y se desaparecen (esta parte… me temo que they clocked him pues). Él es marico.
Mi primo respira y mi familia literalmente lo percibe así:
Mi tío era un hombre con una voz suave y coqueta, que al abrazarte emanaba colonia de afeitar. No se había casado, por lo que vivía con mi abuela (quien jamás lo aceptó), cuidando de ella. Siendo el último hijo de un millonario aduanero setentero, mi tío transpiraba elegancia. No alzaba la voz, ni decía muchas groserías. Nunca supe exactamente cómo se enteró que era lesbiana, pero en mi proceso de salir del clóset, siempre tuve el presentimiento que fue la principal razón por la que mi papá jamás me rechazó. Él era gay.
(Ojo, esto lo digo según las jergas venezolanas, no según yo🚨)
Mi tío me invitaba a menudo a su apartamento en una época que estuvo solo. Una sola vez tomé su palabra. Vimos una película de terror, y luego mientras conversábamos en su cocina sobre sus escapadas a bares de ambiente caraqueños y aventuras con hombres casados, me dijo con los hombros hacia atrás:
“Mi amor, siempre se ha especulado de mí, de qué soy, de qué no soy, y yo jamás he dado de qué hablar. Lo que pase de las puertas de mi casa para adentro, es mi peo. Así es que tienes que ser tú: orgullosa de quién eres, pero sin demostrarlo demasiado.”
Entendí que venía de un universo distinto al mío. Al mismo tiempo, deseé que algún día pudiera ser diferente para él.
Mi tío falleció el año pasado.
1.4 TW: Copas y el peo con los bares de ambiente
La primera vez que visité una discoteca de ambiente en Caracas tenía 19 años. Fui con los amigos de mi hermana. Eran muchas nenas y un muchacho gay. No estoy muy clara de qué me estaba esperando, pero ahora sé que cualquier expectativa que tenía atropellaba la realidad. Llegamos al Rosal y nos estacionamos a un par de cuadras de Copas. Caminaba menuda, nerviosa, con un corte de cabello cuestionable y los daydreams rebozándose en mi hipocampo.
Me pidieron la cédula solo a mí, la di. Entramos.
Copas era un rectángulo con la pared de la derecha hecha completamente de espejo. Tenía una bandera gay al final en luces neones, y los precios mucho más baratos que cualquier otra discoteca en Las Mercedes. Una de las nenas del grupo conoció a una mujer con la que había estado hablando por Tinder esa noche. Creo que se empataron no mucho después.
Esa noche fue inolvidable para mí; sin embargo, más allá de ser una discoteca gay como tal, fue por la compañía tan increíble que cargaba esa noche. No vi ni una sola mujer que me interesara o que mostrara interés en mí, pero llegué de día a mi casa con una empanada en el estómago y la voz ronca de tanto gritar.
Fui unos cuantos muchos meses después por el cumpleaños de un amigo. En esta ocasión, tenía la autoestima destrozada tras mi primera wlw break up. Iba mucho más atenta a mis alrededores y a la piscina de contendientes, con la camisa abierta y el ego aruñado. Fue entonces que trágicamente, caí en cuenta:
Copas era un bar gay. Y no solo gay, sino un bar gay millenial. Me bastó un único barrido al espacio para darme cuenta de que jamás encontraría la comunidad queer interesante que estaba buscando ahí. Mucho menos, un culo. No cuando las baldosas estaban abarrotadas de hombres treintones con pantalones apretados, mucha gelatina en el cabello y el Grindr abierto en la mano.
La única que consiguió atención esa noche fue una amiga mía por parte de una marina mercante shady el doble de mayor que le entregó esto en la puerta del baño:
Girl…
En fin. Yo, mientras tanto, me cuestionaba dónde existirían espacios así pero lésbicos. Dónde encontraría yo mi ‘Pink Pony Club’, como diría mi hermana Chappell.
1.5 la ferviente búsqueda del pink pony club
Se sabe que estudié cine. En mi gremio no es raro que todes se besen con todes. Con prisa se volvió esta pequeña burbuja mi nueva normalidad. Las artes son envolventes no solo por el síndrome de main character que te provocan, si no también por el microcosmos de papel maché en el que te acostumbras a existir.
Un conversación cualquiera un martes a las 9 AM estudiando cine era como:
Conseguí aclimatarme e incluso a glorificar el aesthetic clandestino, under, me atrevería a decir que hasta precario. De donde yo vengo, te miran mal si no eres al menos un poco bisexual. Cuando solía estudiar, mis amigos y yo teníamos este chiste interno sobre que, a medida que subías de semestre, más te “indieficabas”.
La ropa cada vez tenía menos tela, el cabello cada vez estaba más quemado por el tinte, y tu bolsa donde llevabas los cigarros y la camarita analógica rematada de MarketPlace -porque to be clear yo NUNCA escribí en un cuaderno en mis tres años de carrera- se volvía cada vez más cuestionable.
Hubo unos que hasta intentaron indieficar el bolsito tricolor.
El mayor logro, era cuando llegabas a convertirte en un ‘orbe’. Sin género, sin clase, un estilo subvertido que te hipnotizaba cuando te veían pasar.
Comencé a asistir a eventos de índole ‘indie’ o ‘alternativos’, donde los brochazos de la realidad se difuminan hasta crear un mosaico liberal que puede sentirse como un vitral. Fue entonces que dejé de ver el pride como el evento máximo de mi sexualidad.
Veía estos espacios como mi propio “Pink Pony Club”, que para las heteras que no entienden el término, era como mi cielo sagrado queer, donde pertenecía, donde me sentía a salvo. Era mi burbuja.
Hasta que llegó el 2025.
Yo cuando me desperté y vi que la naranja era el presidente otra vez del país más poderoso e influyente del mundo:
1.6 “palo que nace doblao’, jamás su tronco endereza”
Cada día que abro las noticias, otra ola abrasadora de miedo se convierte en un dolor de estómago que me carcome por dentro. La sociedad se encuentra en uno de los lugares más aterradores de las últimas décadas, y la verdad esto es por muchas razones que podría explorar más a fondo en otras entradas, pero ahora aproximemos esta nueva pandemia desde el enfoque de este escrito. Superamos el COVID, pero, ¿y el conservatismo?
En los primeros seis meses de su mandato de CUATRO AÑOS, el presidente de Estados Unidos decidió atacar a una comunidad que constituye el 0.6% de su población. Desde su entrada al poder:
Toda persona transgénero que quiera renovar sus documentos, tendrá su marcador de género coordinado con su sexo biológico.
Toda persona transgénero tiene prohibido prestar servicio militar.
Se han revocado políticas que protegían a los estudiantes LGBTQ+ de la discriminación en escuelas y universidades.
La última que leí (al momento de escribir esto), fue que la línea telefónica nacional para la prevención del suicidio de personas del colectivo, sería eliminada.
Y si esto está pasando en el país con más poder económico y social en el mundo, ¿qué queda pa’ una?
Podría echarles un poco de chismes de los peos que existen dentro de mi comunidad: que si a las mujeres bisexuales realmente les gustan las mujeres, que si los hombres trans pueden ser lesbianas, que si a los pansexuales les gustan las ollas (JOKE!!)... y a pesar de que estas conversaciones son válidas en su naturaleza, una virus patriarcal ha contaminado de forma latente las venas de un frente que debería estar unido.
Este podría fácilmente ser el último junio que paso en Venezuela. Es por esto que me cuestioné mucho si quería asistir a la marcha de este año. Semanas antes, me salió un video de una creadora que admiro mucho llamada Channell Nellcha, que clockeó una línea de gags que me dejó atolondrada:
“El problema es que estas marchas no hacen nada en Venezuela. (...) 25 años de marcha y no se ha logrado absolutamente nada. No hay derecho a la identidad trans, matrimonio igualitario legal, no hay.
Ese es mi problema, que las marchas están de adorno; que las marchas son una fachada y no un movimiento político. No es que esté en contra de realizar la marcha, estoy a favor. Mi problema es y mi llamado es que se exijan las leyes que nos están vulnerando desde hace más de 25 años.
¿Qué me asegura a mí que voy a esa marcha y que cuando regrese a mi casa a mi nadie me vulnere mis derechos?”
Un hombre gay le comentó que entonces no fuera a la marcha, que se quedara triste en su casa. Fue entonces que Channell escupió AÚN MÁS factos:
Hay otra creadora llamada Matilda que dijo algo que me pareció súper acertado:
Para mí esto es como ver un burro peleándose con una yegua para ver quién rebuzna más.”
Ah, pero cuando hubo la crisis del SIDA, ¿quiénes eran las primeras personas que voluntariaban para cuidar a los enfermos que nadie quería tocar, porque se tenía el estigma de que podía pegarse la enfermedad de esta forma?
Pareciera que más allá de tener una lucha contra la homosexualidad, se tiene una lucha contra la mujer y/o todo aquello que no ponga en el trono al hombre latinoamericano pecho peludo que no muestra sus emociones, aquello que como lo habrían llamado hacer casi un siglo, era “complaciente.”
Y mientras tanto los heteros así:
1.7 la reinvindicación del gran varón de willie colón
Hay una especie de pelea por quién es menos marico entre los maricos. Yo creo que deberíamos pelearnos por quién es más orbe.
Conversé con dos amigas que considero que son peak orbe, y les pregunté sobre sus sentimientos sobre sus identidades en el clima político social actual:
“Butch la gente lo trata como lesbianas que quieren ser hombres, y a mí me molesta mucho. Yo no quiero ser un hombre, yo no me identifico como un hombre. Ser butch es su propia identidad de género, es una identidad política, es una identidad sexual. Es una identidad que nace de la subversión de la masculinidad.
La identidad butch nace de lesbianas trabajadoras (bomberos, obreras). Es una masculinidad expansiva, es una corrupción de la masculinidad patriarcal. Significa amar a las mujeres, ser protectoras de mi comunidad. No es una masculinidad violenta, es una masculinidad que resalta a la mujer.
Cualquier hombre quisiera ser lo que yo soy.”
“Yo siempre he estado en un ambiente muy femenino. He visto todo tipo de feminidades, muy distintas en base a sus realidades. Entre todas estas, siempre la que más me ha guiado a ser yo misma es la de mi mamá.
Con la feminidad no sólo me refiero a la actitud y a lo que irradia , sino la toma de decisiones en base a eso. Ella nos criaba y mi papá solamente existía, y yo me fijaba en lo que hacía mi mamá. Incluso cuando se separó de él, fue demasiado arrecha.
Siempre voy a querer ser la mujer que mi mamá es.”
No fui al pride tampoco este año. Quizás el siguiente.
Mientras tanto, pienso en ellas, y como sus metas siguen siendo las mismas que las mías hoy.
Gracias a Alex y a Phoenix.
Gracias por escribir todo esto. Gracias por tomarte el tiempo de compartir tus historias, y de educarnos, porque muy poco se habla de la historia queer en Venezuela, y de las dificultades de pertenecer al colectivo viviendo en el pais. Todos deberian leer esto <3
Que hermoso.